Maduro sí es Chávez
Chávez ya no soy yo
Chávez es un pueblo
Chávez somos millones
Tú también eres Chávez
Luego de la decisión separatista de la cosiata, la expulsión de Simón Bolívar de territorio venezolano trajo como consecuencia miedo entre muchos de sus propios partidarios. Sus propios adeptos, tuvieron miedo de confrontar la nueva configuración de poder integrado por una oligarquía local que había puesto sus manos sobre la voluntad de José Antonio Páez quien seducido por la posibilidad de “homologarse” con esta oligarquía, aceptó respaldar la destrucción del proyecto de unidad latinoamericana, a cambio de ser un presidente que a la postre resultó un simple títere de aquella oligarquía. Sólo valientes como Manuela Sáenz, se atrevieron a rayar las paredes con la frase ¡Viva Bolívar! en aquellas oscuras horas…
Algo parecido, ocurrió con otro “revoltoso y desestabilizador” como llamó el imperio de entonces a Jesús de Nazaret. Luego de su aprehensión, sus propios apóstoles huyeron ante la posibilidad de correr igual suerte que su mentor el Cristo.
Aunque la conferencia episcopal se moleste por la analogía, ambos personajes –Bolívar y Cristo- padecieron el posterior uso de su nombre y su polémica biografía como herramienta para evitar que existieran nuevos revoltosos como ellos que incomodaran a los poderes imperiales de sus contextos históricos.
Al pueblo cristiano se le ha convencido de que “ser cristiano no es ser Jesucristo” y en ese sentido, usted no puede andar juzgando la conducta de la direccionalidad de su iglesia ni sacando a los posibles mercaderes del templo con los que se pueda encontrar en el camino. El sobredimensionamiento de la figura de Cristo exaltando su discurso espiritual en detrimento de su discurso eminentemente antiimperialista y humano, es una trampa con el fin de amainar cualquier intento de imitar el comportamiento irreverente, vertical y crítico de Jesús hacia el poder constituido. Hay quienes se atreven a decir “Jesucristo era judío” como defensa al comportamiento del sionismo transnacional, como si Jesucristo no hubiera creado una nueva iglesia donde el templo era el propio cuerpo y la congregación aquello donde hubiera dos o más en su nombre. Jesucristo nació en un contexto judío e imperialista que criticó severamente.
Con Bolívar, algunos historiadores pro cosiata se encargaron de promover la figura de un inalcanzable, mítico, distante a la realidad del pueblo con el fin de que lo retratáramos como un perfil griego sobre un caballo blanco y no como un mestizo de 1,65 metros de altura y voz metálica, alzado, mala conducta, mal estudiante durante la infancia, rebelde y con un espíritu de profunda justicia inspirada en los movimientos revolucionarios de la Francia y de la Europa de su tiempo. Bolívar nació en un contexto oligárquico y fue formado en el ejército realista imperial que criticó combatió y expulsó de su país. Decir “Jesucristo era judío” para justificar el sionismo es como decir “Bolívar era realista”.
Separar a los personajes revolucionarios, polémicos o que logran con su conducta cambiar drásticamente la historia del mundo en que viven, tiene como fin último evitar que sus conductas se repitan en otros, lo cual pondría en aprietos al orden mundial establecido por la unipolaridad imperial que tanto combatieron. Es por ello que en Venezuela, el liderazgo opositor y sus dueños en el imperio del norte, esgrimen la especie de “Maduro no es Chávez” para poner en marcha el arma de destrucción masiva más poderosa con que cuenta el imperialismo de hoy y de siempre: La desmoralización de cualquier iniciativa revolucionaria.
Nosotros mismos caemos en el juego de decir “Maduro no es Chávez” y hasta el propio presidente Maduro ha cometido ese error. Chávez fue un ser humano, como todos nosotros, que nació de una familia humilde, trabajadora, que estudió y comprendió el momento histórico en que vivía atreviéndose a constituir una vanguardia que generara un nuevo concepto de democracia donde todo ciudadano, tuviera derecho a participar de los asuntos públicos que le son de interés de manera directa y no de manera delegada.
Chávez comprendió que solo no podía construir una revolución. Por eso formó gente y hoy tenemos un Nicolás Maduro que recientemente traspasó nuestras fronteras y lesionó severamente el intento de destruir el proceso revolucionario por la vía de la intervención extranjera. Pocos saben la trascendencia y el éxito de la gira que acaba de terminar el Presidente al mostrar al mundo el temple y la seriedad de una revolución que no va a declinar en su decisión de ser libre iniciada hace doscientos años.
El plan de la patria que el comandante Chávez delegó en nosotros bajo el liderazgo de quien fuera por años su canciller, es la tarea que debe ocuparnos: La industrialización de la patria, su desarrollo agroalimentario y tecnológico junto con la profundización e incremento de los niveles de participación ciudadana en la vida pública. Eso es Chávez, por lo tanto el pueblo organizado haciendo cumplir el plan de la patria es Chávez y Maduro asumiendo su liderazgo por mandato popular y a solicitud del líder de la Revolución Bolivariana también es Chávez.
No dejemos que los herederos de la cosiata y sus asesores inoculen en nosotros ese temor a SER Chávez, no caigamos en el juego de la derecha ni de los analistas súper politólogos pseudo revolucionarios que son profundamente críticos cuando están fuera del tren ejecutivo pero en lo que les dan un carguito la crítica se les vuelve sal y agua.
Nicolás Maduro obtuvo más de siete millones y medio de votos duros sin la presencia física del líder fundador de nuestro proceso, con un 95% de los medios de comunicación de tenencia privada en contra y con 30 partidos de oposición cohesionados en torno a un líder del sionismo transnacional como candidato.
En una corta gira como presidente constitucional derribó un intento real de mediatización internacional en contra de las instituciones venezolanas con fines intervencionistas alcanzando el apoyo público del mundo entero a excepción del país que llamó a Simón Bolívar “El loco del sur” y a Hugo Chávez “Un peligro para la estabilidad de la región” vale decir, Estados Unidos. País donde su actual presidente, ganó por menos de cincuenta mil votos y no hubo derecho al pataleo para nadie. Maduro como presidente es un logro del pueblo venezolano que hoy por hoy goza del respeto de sus vecinos y del mundo entero ¿Les parece eso poca cosa?
George Galloway, parlamentario británico, dijo parafraseando a Jimmy Carter: “Chávez es el político que más ha sido elegido sobre la tierra. Ha ganado más elecciones libres y justas que cualquier político sobre la tierra” Ahora bien, si Chávez redujo la pobreza en un 75%, si fundó 22 universidades, si permitió la existencia democrática de 30 partidos de oposición y se convirtió en el líder que más elecciones democráticas ha ganado en la tierra con un sistema electoral “mucho más confiable que el de los Estados Unidos” según palabras del propio Carter; entonces, ¿Qué hay de extraño en que quien fuera su canciller por toda una década obtenga un triunfo electoral para continuar su legado? ¿Qué hay de extraño en que quienes respetaron a Chávez lo respeten a él? ¿Qué hay de anormal en que el país que llamó loco a Bolívar y desestabilizador a Chávez llame dictador a su canciller y hoy sucesor?
Maduro SÍ es Chávez al igual que lo es el pueblo organizado, por lo tanto quien se mete con Nicolás Maduro se mete con la continuidad del proceso revolucionario y se mete con el pueblo organizado que le dio todas las victorias electorales y ratificó a su canciller, hoy presidente constitucional y comandante en jefe de la fuerza armada, para llevarlo adelante.
@marcosmelendezm
marcosleonardove@yahoo.com
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