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FRAPOM (Frente Revolucionario Artístico Patria o Muerte)

Los Esclavos Modernos por Jose Joaquin Burgos

Los Esclavos Modernos por Jose Joaquin Burgos

Guillermo Vizcaya,  tan callando -dijera el poeta Jorge Manrique- habla tan claramente que todo mundo lo escucha o por lo menos debe escucharlo. Lo que sucede es que desde muchachito le pegó la calentura del teatro y ya, felizmente, no hay remedio que se la quite, porque lleva la  Ramón Zapata en la sangre. Y, en su caso, incluye una vacuna contra la insensibilidad social. En 1999 -recuerda él- se aventuró con un grupo de alumnos y ex alumnos de dicha escuela de teatro a fundar una agrupación (teatral, por supuesto) dedicada, por irrenunciable vocación humana, al planteamiento del tema político como planteamiento de escena. Las aguas del tiempo corren sin detenerse y a veces se encrespan, se arremolinan, se entormentan; pero cuando el corazón da razones y fuerza suficiente, la navegación va segura hacia la lejana y casi imposible Itaca. En su caso, Guillermo es su propio capitán, ya de bitácora escrita con buena letra y mirada firme para registrar paisajes de hondura universal.

Eso y una inolvidable experiencia nos obliga, gratamente, a escribir esta breve columna. Sucede que el pasado sábado, especialmente invitados por Álvaro Rendón, hermano de afecto, fuimos a disfrutar, ¡y cómo la disfrutamos!, de su obra Los esclavos modernos que se presentó en el antiguo Teatro Imperio y que, sin duda alguna, nos estremeció el alma, el amor por el buen teatro y, en definitiva, la conciencia humana, social, colectiva, invariable que nos ha ayudado a vivir bien lejos de los oropeles que tanto suelen engañar a mucha gente. La obra nos estremeció, nos conmovió, nos fortaleció la fe de nuestra posición ideológica. Y, por supuesto, nos hizo admirar, a profundidad el valor artístico, intelectual, político de los jóvenes actores que integran el grupo  Los lunáticos , y el inmenso poder que existe en el teatro como forma expresiva del arte, de la literatura, de la sabiduría.

Desde el comienzo, con el famoso e inolvidable tema musical de Zorba, el griego que sacralizó Anthony Quinn hasta el final; la obra pinta, con un desnudo social impresionante, esa bestia insaciable que es el consumismo. De modo que nos vemos a nosotros mismos en ese montaje tan magníficamente tejido por Guillermo Vizcaya y ejecutado por esos más que  profesionales actores que son los lunáticos. Ojalá pudiera escribir mucho más sobre ellos. Bien lo merecen.

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